DIARIO HIPERREALISTA DE UN OBSESIVO FICIONISTA

Cosas de censura, Cosas de un bloqueo


Por Fex López Álvarez


Más de una vez me he fijado con detenimiento en la sutil figura, del peso del argumento, que significa colocar un dedo sobre un par de labios. Me he enamorado locamente, la única manera de amar, de ésta forma, casi mística, casi sagrada, casi borgeana. La he abrazado como elemento externo a mi propia vida, y a la vez, en torno a la esencia de mis ojos abiertos como ventanas. He apaciguado el poder de una acalorada discusión de enamorados con ese simple gesto. Le he encontrado desnuda y plena, demostrándome que es la estrategia perfecta para derruir los puentes de aquellos que caminan sin rumbos buscando las estrellas. Ese gesto será la traducción del epitafio de mi tumba en un idioma que no han inventado, en un universo que aun no ha nacido del suspiro trémulo de alguna diosa. 


Justo como la lluvia, imposible de detener, así es esa figura retorica que en la narrativa ficcionista, tiende a lo bello, a los abismal, pero que en la hiperrealista, coquetea con el silencio, con el imponerse sobre el único derecho que tiene sentido, el de expresarse. Quizá esto suene a discurso marico positivista sobre la libertad de prensa, o alguna bazofia de esas malas que se viven a diario en Venezuela para decir en cada medio de comunicación que en esta horrible dictadura, no solo nos matan de hambre por placer, sino que además no nos dejan gritarlo. Pero realmente no se trata de eso, sino más bien, de comprender, en donde se origina el sentimiento de adversión hacía aquellos que adversamos. 


A diario, todos escuchamos algo que nos molesta, o vemos alguna cosa que nos parece, no está bien. Puede tratarse de cualquier cosa pero siempre va a obedecer a nuestras emociones más internas y a nuestras viscerales determinaciones. Puede tratarse de que nos parezca incorrecto, inmoral, y horrible, ver a un niño de 11 o 12 años fumando, y  a la vez, puede parecernos normal, he incluso, quedarnos totalmente impávidos ante un robo que ocurra frente a nosotros porque la pinga, nos pueden robar en el mejor de los casos, porque el peor es siempre que también nos claven un tiro por creernos descendientes de Superman o de Goku o de Naruto, dependiendo a que generación pertenezcas. Puedo desde ese escudo que brinda ser anti-sistema, o new waberista o alguna paja nutricional, mirar con desprecio al que se bebe una Coca-Cola con un placer sexual que de pana da corte, pero a la vez, puedo abrazar al que trafica cocaína quien sabe desde donde diablos, explotando quien sabe a cuanta gente, y sacar incluso un discurso sobre la libertad de comercio. 

Supongo que es una vaina natural, a todos nos indigna algo, ya sea la carajita preñada, el policía facho, el escritor con apariencia de indigente, o el tipo hipócrita del supermercado o la vieja encopetada de la única urbanización del pueblo. Entonces, así por descarte, en todos nosotros, hay algo de conservador, incluso en los que abrazamos la anarquía. 

Es una cuestión que pareciera -señalo pareciera porque irse más allá sería meterse en un peo filosófico y compadre, yo no entiendo nada de esa weba-, ser un problema que va más allá de lo filosófico, de lo político. Sin no me cree, métase en una reunión de marxistas leninistas y dé una opinión -sin salir de la izquierda-, que en sí misma sea revolucionaria, y tenga por seguro que revisionista es lo más bonito que le van a decir. 

Me atrevería a señalar que este es un lío de crianza familiar y a la vez, de ese sutil momento en que decides que coño quieres ser en tu vida. Entonces, cayendo en esa verdad absoluta, no está mal sentirse mal por ser un poco conservador en algunas ocasiones, o en todas las ocasiones. 

Pero verga, ya va, no sé si fue porque como todo venezolano milenial me críe viendo muchas series y películas gringas de esas donde todo es perfecto y todo el mundo tiene casitas rosadas con patios arrechisisimos -en donde nunca sale el centroamericano que los poda- con perros del carajo con más pelo que un oso, y carajitas pelirrojas que me causaban tempranas erecciones. De esas donde siempre se habla de libertades, igualdad de derechos y de oportunidades, del final de la opresión porque siempre tiene que existir un opresor, y donde el único negro que sale, es contrabandista y traidor, o es recepcionista. 

Así me sobreviene la idea de que mierda, yo quiero parecerme a lo que soy en verdad. Compadre, si a mi me agrada la idea de parecerme a un hijo de Diógenes, tengo todo el derecho a serlo, sin que nadie siquiera me apunte con el dedo. Si quieres que su vida sea similar a una de esas propagandas de vainas que uno jamás va a tener, de serie gringa tipo 3x3 o amo de llaves -mierda que malas eran las traducciones antes-, en el sistema capitalista mundial, de pinga, te deseo lo mejor, échale un camión de bolas para lograrlo, porque sí algo te permite el capitalismo es intentar echarle bolas- Si te invaden las ganas de generar un suicidio en masa, amigo, allí están los elementos al alcance de tu mano, hazlo sin dudarlo, porque nadie es alguien para decirte que estás loco. 

Aun así, mi postura de presidente gringo -tipo American Psycho- es tan conservadora como liberadora. Es igual de excluyente, tiene la misma carga acusatoria mi argumento contra aquel que desea mantener su alma encadenada, como la de este por tratar yo, de liberar la mía -verga que vaina tan maricamente filosófica- Toda acusación contradice a la personalidad propia pero a la vez, la reafirma. 

Vivir en Venezuela, un país bloqueado y asediado te hace estar en contacto constante con conservadores -como todos- en extremo agresivos hasta en la forma de comer caraotas -los hijos de puta que pueden darse ese lujo-. Por lo cual, aprendes a andar con sumo cuidado, como te enseñaron cuando eras un niño mariquito que quería aprender karate para evitar que los más grandes y menos sometidos te siguieran cayendo a coñazos, con el paso agazapado de un tigre, en mi caso, de un gato sarnoso. Y debe ser así porque aquí, hasta el más mínimo comentario, puede ocasionar un sigma. 

Para los que están afuera puede parecer exagerado, para los que estamos aquí, va a parecer exagerado, de todas formas, son muchas las veces que me he tenido que quedar cayado, o asentir, o incluso aplaudir, cuando un amigo celebra alguna acción de sanción económica contra el país o cuando se arrebatan con las ansias de ver a soldados gringos en las costas nacionales. Son muchas las veces que me ha tocado permanecer cayado cuando algún idiota, dice que Maduro es una victima, que él país será potencia productiva, o alguna mierda como que "el pueblo entero venezolano se va a unir a la defensa de la patria" -cómo si no fuera evidente que a la semana de estar los gringos aquí metidos, el 90% de las tipas les van a abrir las piernas y el 90% de los tipos van a tomarse selfies con estos-, e incluso, me ha tocado aplaudirle.Y lo más duro que esta opinión, en la derecha, me haría ser un chavista escondido, un paño caliente, y en en la otra derecha, un escuálido terrorista. Es el propio giro retorcido que le haría falta a alguna fantasía orweleana -sí es que así se escribe esa joda-.

Hace poco, este posteo fue censurado (https://cuestioneshomericas.blogspot.com/2019/08/diario-hiperrealista-de-un-obsesivo_5.html ) por una distribuidora de posteos en México, de donde según me dice el coso del blogger -vaina que a penas medio a prendo a usar- me aportaba cerca de 100 lectores diarios. Es la segunda vez que me censuran. La primera fue en https://www.aporrea.org/ en mis lejanos tiempos de ensayista socialistoide de 12mil lecturas diarias y 80mil bolívares mensual que era un salario mínimo en aquel entonces. Debo confesar, que al igual que esa vez, sentí cierto placer morboso. Incluso lo he presumido entre mis alumnos y mi circulo de amistades con esa sonrisa en los labios propia de aquel que sabe que está haciendo algo bien. Según la notificación, mi rechazo se sustentaba en un comentario anti-semita. Varias veces le dí a la lectura del posteo -cosa que me cuesta primero porque no me gusta el género narrativo y segundo porque me desembarazo rápido de las vainas que escribo- y lo único que encontré medio nazi, fue algo sobre el odioso dios hebraico. 

Lo arrecho es que ese posteo estaba lleno de vainas muy rudas, incluso al leerlo me sentí un poquito agobiado ante tantas mierdas que soy, que hago y que escribo. De pana llegué a afirmarle a una de mis hijas luego de leerlo, que no soy una buena persona, ni siquiera alguien para compartir una taza de café. Luego de ese pequeño periodo de odio interno, caí también en cuenta que todo lo que se refleja en ese posteo -me gusta el barbarismo-, es una realidad irrefutable, es algo que realmente ocurre. Y entonces, caí en cuenta de que así funciona la censura, mirando selectivamente que se desea y que no se desea dejar de ver. Para quienes me censuraron, es peor decir que el dios de los hebreos, es un odioso, a señalar que Venezuela está en la propia mierda. -vainas de conservadores-.

Si han seguido estas lineas saben muy bien que odio la hiperrealidad como género narrativo. En lo poquito que comprendo de narrativa, esta, debe ser un puente -que guebo con los putos puentes- para librarnos de tanta mierda. Sin embargo, acepto tal cual la realidad, no me queda más remedio que convivir con ella cuando me pega en el estomago o en el aliento o en el olor de la ropa o en el caminar tiritante del que come de la basura o recoge cajas de cartón al lado de la biblioteca donde duermo. 

Para ellos, para los censores, el problema es con la realidad misma. porque en su cabeza, ésta se compone de la forma en que ellos la dibujaron, por eso, cada pequeña torcedura, cada tachón, cada mancha en el dibujo, cada borrón, les molesta tan profundamente que deben exteriorizarlo para evitar morir con un agujero en el pecho. 

El problema amigo mio, es que el universo no se parece en nada a nuestros pensamientos, y la realidad es exactamente eso, la ineludible realidad. Porque a diferencia de lo que todos pensamos, nadie tiene la razón. Por eso, hay que inyectarse fantasía a diario para no morir de realidad.    


   

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