DIARIO HIPERREALISTA DE UN OBSESIVO FICIONISTA
Cosas de censura, Cosas de un bloqueo
Por Fex López Álvarez
Más de una vez me he fijado con detenimiento en la sutil figura, del peso del argumento, que significa colocar un dedo sobre un par de labios. Me he enamorado locamente, la única manera de amar, de ésta forma, casi mística, casi sagrada, casi borgeana. La he abrazado como elemento externo a mi propia vida, y a la vez, en torno a la esencia de mis ojos abiertos como ventanas. He apaciguado el poder de una acalorada discusión de enamorados con ese simple gesto. Le he encontrado desnuda y plena, demostrándome que es la estrategia perfecta para derruir los puentes de aquellos que caminan sin rumbos buscando las estrellas. Ese gesto será la traducción del epitafio de mi tumba en un idioma que no han inventado, en un universo que aun no ha nacido del suspiro trémulo de alguna diosa.
Justo como la lluvia, imposible de detener, así es esa figura retorica que en la narrativa ficcionista, tiende a lo bello, a los abismal, pero que en la hiperrealista, coquetea con el silencio, con el imponerse sobre el único derecho que tiene sentido, el de expresarse. Quizá esto suene a discurso marico positivista sobre la libertad de prensa, o alguna bazofia de esas malas que se viven a diario en Venezuela para decir en cada medio de comunicación que en esta horrible dictadura, no solo nos matan de hambre por placer, sino que además no nos dejan gritarlo. Pero realmente no se trata de eso, sino más bien, de comprender, en donde se origina el sentimiento de adversión hacía aquellos que adversamos.

Supongo que es una vaina natural, a todos nos indigna algo, ya sea la carajita preñada, el policía facho, el escritor con apariencia de indigente, o el tipo hipócrita del supermercado o la vieja encopetada de la única urbanización del pueblo. Entonces, así por descarte, en todos nosotros, hay algo de conservador, incluso en los que abrazamos la anarquía.
Es una cuestión que pareciera -señalo pareciera porque irse más allá sería meterse en un peo filosófico y compadre, yo no entiendo nada de esa weba-, ser un problema que va más allá de lo filosófico, de lo político. Sin no me cree, métase en una reunión de marxistas leninistas y dé una opinión -sin salir de la izquierda-, que en sí misma sea revolucionaria, y tenga por seguro que revisionista es lo más bonito que le van a decir.
Me atrevería a señalar que este es un lío de crianza familiar y a la vez, de ese sutil momento en que decides que coño quieres ser en tu vida. Entonces, cayendo en esa verdad absoluta, no está mal sentirse mal por ser un poco conservador en algunas ocasiones, o en todas las ocasiones.
Pero verga, ya va, no sé si fue porque como todo venezolano milenial me críe viendo muchas series y películas gringas de esas donde todo es perfecto y todo el mundo tiene casitas rosadas con patios arrechisisimos -en donde nunca sale el centroamericano que los poda- con perros del carajo con más pelo que un oso, y carajitas pelirrojas que me causaban tempranas erecciones. De esas donde siempre se habla de libertades, igualdad de derechos y de oportunidades, del final de la opresión porque siempre tiene que existir un opresor, y donde el único negro que sale, es contrabandista y traidor, o es recepcionista.

Aun así, mi postura de presidente gringo -tipo American Psycho- es tan conservadora como liberadora. Es igual de excluyente, tiene la misma carga acusatoria mi argumento contra aquel que desea mantener su alma encadenada, como la de este por tratar yo, de liberar la mía -verga que vaina tan maricamente filosófica- Toda acusación contradice a la personalidad propia pero a la vez, la reafirma.
Vivir en Venezuela, un país bloqueado y asediado te hace estar en contacto constante con conservadores -como todos- en extremo agresivos hasta en la forma de comer caraotas -los hijos de puta que pueden darse ese lujo-. Por lo cual, aprendes a andar con sumo cuidado, como te enseñaron cuando eras un niño mariquito que quería aprender karate para evitar que los más grandes y menos sometidos te siguieran cayendo a coñazos, con el paso agazapado de un tigre, en mi caso, de un gato sarnoso. Y debe ser así porque aquí, hasta el más mínimo comentario, puede ocasionar un sigma.
Para los que están afuera puede parecer exagerado, para los que estamos aquí, va a parecer exagerado, de todas formas, son muchas las veces que me he tenido que quedar cayado, o asentir, o incluso aplaudir, cuando un amigo celebra alguna acción de sanción económica contra el país o cuando se arrebatan con las ansias de ver a soldados gringos en las costas nacionales. Son muchas las veces que me ha tocado permanecer cayado cuando algún idiota, dice que Maduro es una victima, que él país será potencia productiva, o alguna mierda como que "el pueblo entero venezolano se va a unir a la defensa de la patria" -cómo si no fuera evidente que a la semana de estar los gringos aquí metidos, el 90% de las tipas les van a abrir las piernas y el 90% de los tipos van a tomarse selfies con estos-, e incluso, me ha tocado aplaudirle.Y lo más duro que esta opinión, en la derecha, me haría ser un chavista escondido, un paño caliente, y en en la otra derecha, un escuálido terrorista. Es el propio giro retorcido que le haría falta a alguna fantasía orweleana -sí es que así se escribe esa joda-.

Lo arrecho es que ese posteo estaba lleno de vainas muy rudas, incluso al leerlo me sentí un poquito agobiado ante tantas mierdas que soy, que hago y que escribo. De pana llegué a afirmarle a una de mis hijas luego de leerlo, que no soy una buena persona, ni siquiera alguien para compartir una taza de café. Luego de ese pequeño periodo de odio interno, caí también en cuenta que todo lo que se refleja en ese posteo -me gusta el barbarismo-, es una realidad irrefutable, es algo que realmente ocurre. Y entonces, caí en cuenta de que así funciona la censura, mirando selectivamente que se desea y que no se desea dejar de ver. Para quienes me censuraron, es peor decir que el dios de los hebreos, es un odioso, a señalar que Venezuela está en la propia mierda. -vainas de conservadores-.
Si han seguido estas lineas saben muy bien que odio la hiperrealidad como género narrativo. En lo poquito que comprendo de narrativa, esta, debe ser un puente -que guebo con los putos puentes- para librarnos de tanta mierda. Sin embargo, acepto tal cual la realidad, no me queda más remedio que convivir con ella cuando me pega en el estomago o en el aliento o en el olor de la ropa o en el caminar tiritante del que come de la basura o recoge cajas de cartón al lado de la biblioteca donde duermo.
Para ellos, para los censores, el problema es con la realidad misma. porque en su cabeza, ésta se compone de la forma en que ellos la dibujaron, por eso, cada pequeña torcedura, cada tachón, cada mancha en el dibujo, cada borrón, les molesta tan profundamente que deben exteriorizarlo para evitar morir con un agujero en el pecho.
El problema amigo mio, es que el universo no se parece en nada a nuestros pensamientos, y la realidad es exactamente eso, la ineludible realidad. Porque a diferencia de lo que todos pensamos, nadie tiene la razón. Por eso, hay que inyectarse fantasía a diario para no morir de realidad.
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