DIARIO HIPERREALISTA DE UN OBSESIVO FICIONISTA
Se benden chupetas
Por Fex López Álvarez
Se van agotando las constantes canciones y los rinocerontes no paran de llorar. Ha llovido tanto que el tiempo se convierte en un estanque y el caos desborda la vida. Los dioses agotados necesitan descansar, una vez al menos, un día de la semana. Desde el odioso dios hebraico similar y distinto a todos, convertido en fuego, hasta la serpiente emplumada majestuosa y galante entre los cielos en su chalana de plata. Todos toman un día para descansar, para soñar con nuevos universos, con nuevos mundos llenos de miel y avena, de arroz y vino. Nosotros, hijos y herederos, nosotros, dioses iguales a ellos, necesitamos también un día para descansar.
Ese tiempo sagrado, suele dividirse en dos tramos, entre la mitad del viernes, para quienes no trabajamos los sábados, y los días domingos, al igual que el odioso Dios judío, para quienes por obligación, deben mantenerse atados a una máquina, o a un dispensador. A los que están obligados a paralizar sus sueños, o por el contrario, su trabajo consiste en soñar; ese día suele ser el domingo.
Mi descanso inicia en la aventura cotidiana que representa hacer una cola frente al tele cajero de un banco, no para retirar dinero en físico, eso es un chiste de mal gusto en Venezuela, sino para consultar cuanto dinero me queda de la quincena y los cestatikets que con suerte llega a casi 80mil Bs.
Que ladilla con la gente que pregunta vainas en las colas de los tele cajeros,. Con los que se hacen amigos inseparables luego de dos diálogos aunque aun no se conocen ni el nombre, pero se cuentan toda la vida sin el más mínimo recato, y narran la historia de los cólicos de la mujer, o la diarrea a la que estuvo alguien sometido por un virus del carajo del que todo el mundo se curó de alguna forma ancestral y arrechisima. O de como tal hija salió preñada a los 15 años de un malandro, que uno de los hijos salió marico y quiere ser maquillador y bailarín, que el perro o un abuelo se murió ayer.
Lo mejor del caso es que no narran esas historias solo para el carajo que los escucha atentamente con una cara llena de gestos hipócritas, que se asombra ante cada historia pero que en el fondo debe pensar "¿verga y esta vieja es que nunca se va a callar?" sino que se lo cuenta a todos los torturados que aparte de hacer la coño de su madre cola, tenemos que aguantarla con ella, que posee esa rara enfermedad de la gente que cree que si se queda callada se muere.
Y claro, nunca falta el güebon o güebona -vainas de igualdad de género- que alza su voz pidiendo ayuda, preguntando las vainas más superfluas posibles. Desde cómo coño se mete la puta tarjeta hasta que significa que te queden en la cuenta 1000 bolívares si ayer te llegó el bono -coño marica te lo tragaste comiendo chucherías o te compraste una pataleta ¿Cómo mierda voy a saber yo en que coño gastaste tus riales?-. A la que siempre responde un carajo, con más seguridad en la voz que un ingeniero de la nasa -aunque ese carajo tenga pinta de no haber encendido jamás una computadora-, que sí, que ese cajero funciona sin problemas para cambiar la clave de la tarjeta del principal banco de Venezuela, que, oh sorpresa, no funciona.
Esto alternando con el pajú que habla por el teléfono pegando gritos como si por eso le van a oír mejor, y no tiene la decencia de salir un momento de la fila, y que pa ñapa te obliga a escuchar cada puta nota de voz que le manda la mujer que está en Colombia -mierda pasa Mariangel por la acera del frente y me dan ganas de quitarle mis filipinas y la ropa pero prefiero bajar la mirada y seguir leyendo el libro que odio porque es mejor evitar problemas y olvidar el sabor de esos pequeños senos rosados- trabajando en una tienda y que en ésta hay un peo enorme porque aprece la xenofobia interna de los venezolanos que admite que todo extranjero es mejor que nosotros mismos pero que hace odiarnos y despreciamos entre regiones geográficas. El lío era porque en la tienda solo había venezolanas trabajando y la tipa con su voz de llanera arrechisima aseguraba que la caraqueña que dejó 3 hijos en Caricuao de seguro se roba las blusas y las revende en la frontera, y el dueño no se da cuenta porque está enconpichada con una gocha puta que se acuesta con el dueño, que por lo que escuché es un oloroso viejo libanes al que no se le para -¿cómo sabe la tipa que no se le para?-.
Al fin es mi turno en la fila, primera tarjeta, sin dinero, segunda tarjeta, la dura, la del gobierno, 6 mil bolívares apenas. ¿Mierda en qué gasté tanto dinero? maldito sea el exquisito café con leche de la mañana anterior, o la puta bolsa de catalinas que compré y me comí con la ansiedad de un drogadicto. Es viernes, son las 08:00 AM
Me impresiono gratamente del esfuerzo que realiza cualquier ser humano. A mi parecer, cualquier cosa que hagamos, por mínima que sea, merece respeto y aprecio. Especialmente me ennoblecen los esfuerzos que realizan los trabajadores de la Administración Pública. No puedo trabajar desde el infoncentro en el que paso casi todas las mañanas porque los carajos se inventaron un curso y sin cinismo alguno me gusta verlos hacer eso porque la mayor parte de gente que acude a este, son ancianos y para ellos es dirigido el curso, que una tipa que está muy buena -es flaca y pequeña, mi delirio- dirige con voz pedagógica.
L@s trabajadorxs de la Administración Publica, no son solo gente que se sienta en una oficina con aire acondicionado -donde lo hay- todo el día a hablar paja de Maduro mientras revisan en el teléfono nuevo de la única tipa que tiene el marido en Colombia y en apenas dos meses ya tiene trabajo y al güebon le pagan en dolares, le va bien, manda galletas y crema dental Colgate -maldita sea como la extraño- y hasta cena con Úribe el muy hijo de puta, y se le pegó ese maldito acento colombiano tan horrible y que me da tanto asco; si les llegó el bono de la patria, una vaina que cada vez más se parece a aquella medida neo liberal del camarada Rosales cuando proponía la tarjeta mi negra. Suspiro aceptando que no podré trabajar por un buen tiempo, son las 09:00 AM
A veces pienso que todo este peo en Venezuela no es real, es una mentira y que la CIA nos convirtió hace años en un laboratorio destinado al estudio de la etnofagia metiéndonos hasta en las chupetas la cultura neogranadina. No para que apreciemos las maravillas del libre mercado, sino más bien para que la gente se desvincule en pleno de su herencia histórica y cultural -con la que poco tienen que ver- y adopten sin problema alguno, una historia y cultura antagónica a la propia -porque hay que ser muy idiota para creerse esa de que a los latinoamericanos solo nos diferencia el color de los frijoles-.
Mi tesis explicaría porque hay o había 3 -mierda que ladilla escribir los números con números- de colombianos en Venezuela que se enorgullecen su herencia cultural. Mierda es que de ser así, los carajos son como agentes secretos con ponchos con burritos de mascotas sobres los que ponen cestas llenas de café. Y en las retransmisiones de Betty La Fea los carajos reciben instrucciones para mantener activas sus células de espionaje en las fronteras venezolanas. Son las 10 de la mañana.
Tampoco es que me pueda poner a hacer algo en otro lugar, el edificio está lleno de gente, otra graduación de liceo -que mierda tan absurda- y alguna actividad militar en un templo de las artes convertido en centro de espectáculos políticos -como en cualquier gobierno facho-. Veo a algunos otros del trabajo metidos en actividades muy pequeñas, de veras la gente de la Administración Publica se esfuerza por hacer algo. No solo por lo difícil que es movilizarse en San Carlos, o porque en esta época del año no hay mucho que hacer -como dijo la flamante gobernadora "Hay muchos cultores pero no hay cultura" o la mejor "Los cultores son héroes invisibles". También porque si cuarenteas algo, o te puedes lanzar un viaje y traer cualquier mariquera para vender, sacas más dinero en un día de trabajo informal que en una oficina en todo un mes de mierda, donde además un director conservador y con la doble moral más sublime de la historia humana te quiere despedir en lugar de agradecer que vas todos los días bañadito y peinadito -vaina cada vez más difícil en Venezuela.
Moverse entre mediocres que se toman fotos con rostros idiotas es como moverse entre la ciénaga de los muertos querido Frodo. Mierda que molestos es verlos sonriendo con un cartoncito que les acredita como bachilleres pero no les dice que perdieron 5 años de su vida yendo de lunes a viernes al mismo hueco a ver a la misma gente diciendo las mismas mierdas y haciendo exactamente lo mismo todos los días por esa jodida cantidad de tiempo, y que de seguro no aprendieron un coño que les sirva en la vida real, la que piensan tomar y ni siquiera aprendieron a decir this its the pencil of Ester Piscore https://www.youtube.com/watch?v=3UrVE7LePBY a pesar que la maestra con más veranos encima que un país tropical, trató de enseñarles.
Me dan menos nauseas los señores y señoras disfrazados de aguacates que colapsan el edificio. Al menos no me los imagino siendo parte de una de las constantes favoritas de la cultura nacional, el asuentismo, la fuga, y el puente. Es que hasta escrito de esa forma parece un juego infantil del carajo.
Entre los peos políticos, la ausencia de dinero físico, el asunto de la gasolina y el gas, de la inseguridad y principalmente el consumo energético, en Venezuela se decidió acertadamente que el horario laboral correspondía a seis horas, una vaina que me agrada y que me recuerda mis tiempos de ensayista socialistoide en los que recomendaba tres turnos laborales con esas condiciones, vainas de chamo idealista como usted comprenderá. El peo es que gracias a ese conflicto el ausentismo, la fuga, y el puente, se ha vulgarizado y prostituido al punto de convertirse en algo jocoso en las que se anuncia los puentes y las fugas sin ningún problema moral.
Los viernes son cumbres para eso porque los ausentistas los aprovechan para hacer diligencias impostergables, salir a cuarentear algo, cumplir algún compromiso, o simplemente quedarse en casa porque le salio del orto quedarse en casa porque para ir todos los días al trabajo hay que ser muy masoquista. Aquí en Venezuela es hasta normal, que un viernes a las 11 de la mañana, los pocos que fueron a trabajar, se despidan de los vigilantes deseando con cinismo un feliz fin de semana a los vigilantes a los que ni siquiera le dicen buenos días porque ellos son oficinistas y que bolas, mezclarse con gentuza. Son las 11:30 de la mañana.
En el trópico existe un fenómeno cronomático increíble. Entre las 07 y las 12 del día, el tiempo parece que se tomara un redbull y vuela de una forma que hasta te caga encima. Pero entre las doce y las 5, el tiempo parece haberse ralentizado, es como si el minutero hubiera perdido las ganas de caminar y el segundero de correr. Y aunque el horario es corrido a nadie le importa y a las 12 del día se van a comer, dejando computadoras huérfanas a los lados que si eres pila puedes tomar para trabajar un poco, son esas exactamente las horas en las que los pajuos como yo podemos proyectar alguna vaina que hacer para jodernos la vida, y no porque tenga que justificar el salario, que siendo sinceros, sí el país tuviera una economía normal, sería una cantidad inmoral de dinero, sino porque realmente uno ama esta vaina. Porque el arte es el único motivo para seguir vivo, y porque cada día sueñas con que San Carlos se convierta en un museo gigante repleto de esculturas y murales, de cinetismo en las aceras y en los rayados de las avenidas, y que los nombres de las calles sean personajes de libros y que te puedas tomar un moca en el café entre la calle Evaristo Jimenez y la Ceferino Rodríguez Quiñones, mientras observas una obra de teatro o una pieza de ballet clásico. Son las 12 en punto, tiempo para trabajar.
Fuera de esa peligrosa fantasía, me lanzo duro con el contenido del diplomado que dicto, para que otras autoridades lo aprueben y firmen, escribir un poco porque por eso me pagan, escribir algo propio porque por eso respiro. Planear una revista digital bimensual, mientras escucho https://www.youtube.com/watch?v=DLOth-BuCNY o https://www.youtube.com/watch?v=Y1A0DXACAfI, imaginar una productora audiovisual, rogándole al diablo que a los dueños les guste tanto como para que me digan que sí, y me dejen usar convenientemente equipos y máquinas y teatros, pero no tanto como para que me digan que es un proyecto genial, que el frente lo va abrazar y que a partir de ahora, solo podemos crear cosas en las que se enaltezca el espíritu de Bolívar, Chávez, Martí y Fidel. -Leidys, mi hija, acaba de recuperar mis filipinas de mi ex novia. te prometo, que entre todos los recuerdos que dejas, solo permanecerá ese en el que te levantaste desnuda de una cama y caminaste a tientas por una habitación oscura, colocándote mi filipina y expropiandola, no se si para rescatar algo de pudor perdido entre las sábanas o para seducirme aun más, te juro, que solo me llevaré esa imagen de ti, transformada en una pequeña mariposa con alas de ajinomoto y antenas de hinojo. Buen viaje-. Son las 2:43 de la tarde.
Todos ya han regresado de almorzar. Me levanto de la silla frente a la PC que usurpé, cojo mis libros, Araujo, Sartre, Duvenger, me acomodo los lentes y salgo de la oficina fingiendo cansancio a un edifico ahora vació. Alguien dijo una vez que los extremos se tocan. Ese es uno de los argumentos más vacíos que he escuchado en mi vida. Incluso me parece sacado de algún libro de auto ayuda -verga las vainas brillantes del consumo de drogas, voy a escribir un manual de auto ayuda, sí ya escribo un diario hiperrealista con 400 y pico de lectores diarios me clavo de lleno en una mariquera como "Sea un hombre feliz" o "El manual del escritor exitoso" y carajo, me hago millonario a fuerza de dos géneros de la literatura que me dan ganas de vomitar-. El edificio me ha mostrado dos extremos hoy, el de lo aglomerado de licesitas y militares, y el de esa soledad militante y hermosa. Estos extremos no se tocan, ninguno lo hace, eso es una paja newwaberiana pienso mientras corto el cilantro que deja un hermoso olor en mis dedos y pienso en conservadores y revolucionarios, dos extremos que jamás se tocan.
Es paja que un conservador de verdad, de esos que sobran, homofobico, hogareño, de camisa dentro del pantalón, critico de las drogas pero adicto al café, critico también de toda relación no similar a la de sus padres, no creo que eso se parezca, si quiera haga contacto, con un revolucionario real -se es que quedan- el cual, debería ser crítico ante cualquier postura conservadora. Vainas de cultura y contracultura. O tal vez un peo más loco, son las 4:20 fumo un par de tabacos y mientras me baño sigo reflexionado sobre el tema de conservadores y revolucionarios. Todos estamos allí, en alguno de esos dos barcos. Ocasionalmente cambiando de banderas o incluso de marineros.
Un revolucionario de verdad, decía Fidel, era quien cambiaba todo aquello que necesitaba ser cambiado, o algo así. Pero que arrecho, el carajo lo decía mientras levantaba un estado sin libertades individuales plenas, sin libertades sexuales, con regulaciones absurdas sobre el consumo de algunas drogas a la par que se permitía y se aupaba por la producción de otras, sin libertades de expresión pero con un gran aparato de propaganda, carajo... es que se parecía a un gobierno facho cualquiera del primer mundo pero apoyado sobre el hombro de la Unión Soviética.
Ser revolucionario no es ponerse una camisa roja y repetir de memoria los resúmenes de los discursos de Chávez que pasan en VTV los domingos por la tarde, especialmente porque, Chávez,amigo mio, era más conservador que revolucionario. Son las 05:00 PM
Me toca caminar lejos, he decido ir a una especie de fiesta a la que me han estado invitando desde temprano, el solo hecho de ir, me hace buscar la forma de inhalar un poco. Realmente no quiero estar allí pero debo hacerlo, vaina de estar rodeado de conservadores obsesionados con encontrar cualquier excusa para reunirse y emborracharse porque no pueden admitir que son alcohólicos pero desean beber licor abiertamente.
La soledad de San Carlos realmente enamora. Me aprovecho de ella para dar dos paseos con niñas blancas en un carrito fabricado con una tapa de agua mineral y un pitillo en el medio, una obra maestra del consumo, capitalismo wagneriano absoluto. Me pregunto donde están los miles de ciudadanos que escapan del sol absurdo que se coge a esta ciudad todos los días, pero de inmediato, tanta soledad, los químicos en mi cerebro, me devuelven a la debate tan necesario que mantenía en mi cabeza sobre conservadores y revolucionarios. No me la voy a sacar de la cabeza por un buen tiempo, "Quizá escriba sobre esto" pienso, pero recuerdo que mis tiempos de ensayista socialista ya pasaron y que mi opinión es tan innecesaria como esos libritos que algún conservador escribe sobre un pueblo misero de 4 calles y que lo llena de bauchinismo porque Bolívar echó una meada en alguna esquina del mocho pueblo o algo por el estilo.
Sin embargo es mejor pensar en eso que aceptar que en esa reunión a la que asistí, más que todo para beber gratis y cuadrar una cena -primera comida del día y estaba bestial, bendito seas arroz con lenteja, algún día la humanidad se dará cuenta de tu valor-, está llena de gente que se odia en secreto, que suelta comentarios sediciosos sobre uno al otro y al otro de uno, de gente que si pudiera, se asesinaría por alguna dádiva, de gente que se sonríe mientras esconde los puñales. De gente que vive en la doble moral y tiene los ovarios o bolas de criticarte hasta a quien te coges o que te metes, mientras ellos viven dobles vidas y no pueden pasar un día sin tomar café o comer azúcar, mientras si tu pasas un mes sin drogarte o emborracharte, estás de lo mas tranquilo. Gente que tiene perversiones sexuales peores a las tuyas, ley de vida, mientras más fresita y pequeña nazi han sido mis mujeres, mejor cogen.
Me han dicho monstruo, psicópata, aberrado, enfermo mental, drogadicto, y un montón de cosas menos sutiles. Sin embargo, aun no soy capaz de abrazar aquella hipocresía de gente que se sonríe y abraza a la par que se destruye mutuamente. De gente que se llama de forma afectuosa entre ellos y por mensajes de texto, destruyen a quien abrazaba hace un minuto, quizá esa sea la parte que más detesto del pensamiento conservador, incluso más que el "sé lo que digo y no lo que soy". Porque al menos, si un conservador te dice a la cara, que eres detestable, un parásito para la sociedad, que el mundo es mejor sin gente como tu. Al menos está siendo sincero, al menos te golpea a la cara con sus argumentos, y sus razones tendrá, y sus razones para seguir edificando la sociedad como va, son tan validas y acertadas como las mías para destruir toda esta mierda y empezar de cero. Sin la agobiante necesidad de fumar escondido aprovechando los momentos en que encienden un cigarro para disimular el olor, no porque me de pena ser lo que soy, sino porque me dan ladilla las pláticas de los conservadores que te quieren salvar. Sin la agobiante ladilla de los chistes entre borrachos o el como alzan la voz para decir cualquier mariquera, el cómo todos se creen grandes amigos. Mientras aprovecho para hablar por teléfono con una chama que de repente se me va metiendo en las fantasías.
Tal vez esto de ser conservador o revolucionario son solo mentiras atribuidas a algún ficiconista, el mundo no puede ser tan horrible como lo veo yo. Mucho menos después de que te encuentras con un cartón chorreado de pintura negra que dice "Se Benden Chupetas", un espectáculo pleno de magia para el que está drogado y borracho a la vez. Al final del fía, todo se trata de saber donde se siente más cómodo tu cerebro, ya sea enjaulado o volando, la comodidad y el placer, solo lo conocemos nosotros mismos. Creo que el gran problema se sustenta en que tanto conservadores como revolucionarios creen ser mejores que los otros, pero ninguno hace nada para demostrarlo. Como siempre, es cuestión de inyectarse fantasía a diario para no morir de realidad.
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