DIARIO HIPERREALISTA DE UN OBSESIVO FICCIONISTA

Las Luces De la Ciudad 

Por Fex López Álvarez

Para Michell
Dedicado a Laura Estrada 
con agradecimiento a Milagro y Mariangel

La alegría está escasa en estos días. Tras la esperanza solo nos queda la humareda de los sueños sin construir, de las metas que se quedaron en el camino. Todos vamos en busca de la estela de luces en cielo, y nuestra vida es tan aburrida, que preferimos creer que son ovnis en lugar de afrontar todo con la cabeza. 

Yo también soy de los que suele buscar en la tinta de las estrellas, de los que les gustas cazar duendes a lomos de una mariposa, soy de los que sueña y defiende sus ilusiones porque como me enseñó mi mamá si luchas por tus sueños, tus sueños nunca dejaran de luchar por ti.

Soy de los que le gusta caminar bajo la lluvia, sentirla romperme el pecho, mojarme el rostro. Soy de los que intenta caminar sin importar cuan cansado se esté, porque lo difícil no es negar el cansanción para seguir caminando; lo difícil es estar cansado y seguir andando. 

He amado con locura a todas las mujeres que se han cruzado por mi vida. No conozco otra forma de amar así que solo de esa forma puedo hacerlo. Soy escritor y amo con tinta, como si me fueran a acabar las letras, con el desespero del que se le agotan los argumentos para evitar colocar FIN en el texto. 

Soy de los que compara a sus amantes con cosas, con literatura, con la Maga, con Remedios, Con Dolores... especialmente a ti con Dolores, y a ti con Remedios. Justamente eso eran, Remedios y Dolores.

Tu te parecías a esa tierra prometida con la que soñamos todos los poetas, pero que cuando la tocamos, nos quema los ies y nos convierte en herraduras de mimbre ardiendo. Tu eras igual a esos perros de pajas, te veneraba como a una diosa pero al final solo eras eso, una figura creada, algo sin el valor estratosférico que te asignaba por esa necesidad que te agobia cuando te haces viejo.

Tu... tu en cambio eras tan parecida a la poesía, cálida, sublime, blanca. Al final fuiste tan torcida como el más crudo de los anti-poemas. Trajiste a mi ese genero literario, deberían reconocerte como la precursora de las letras tórridas que ahora bañan Cojedes. La biblioteca en la que una niña de lentes grueso y un gordo de dedos quemados por el cigarro escriben anti-poemas fue un templo en el que te desnudabas para satisfacer mi capricho de ver a una diosa caminar por la tierra. Pero tampoco era eso, de hecho, eras muy poco. 

Aun así, debo aprender a dejar de pensar en ti - y hablo de las dos- porque  dueles más en los recuerdos que cuando te paso por el lado y bajas la mirada simualando que me odias o tal vez, por fin, aprendiste a hacerlo.

Una ciudad pequeña siempre se parece a la poseía, rebosa de sitios tranquilos y las calles huelen a milagros. Aun así, por más arboles que la pueblen, por más ilusiones que desborde, las ciudades pequeñas siempre terminan siendo anti-poesía, no hay ángeles en ellas, y todo es terriblemente oscuro sobre cada una de sus aceras.

Más de 2000 personas se reúnen en un paseo para ver las luces brillando. Todos olvidan sus problemas, sus frustraciones y tiran la paranoia a un lado para tocar la luz que escapa de las estrellas de oropel. El cielo se convirtió en un chinchorro tejido con hilos de plástico que por alguna razón me recuerdan al arroz con coco que preparaba mi madre cada septiembre en mi barrio en Caracas. 

Todos tienen el derecho de enamorarse de los segundos que le marquen la vida. Y mi juicio aquí es muy sesgado porque odio cada canción, cada brillo, cada sinfonía  extraviada entre la melancolía de la navidad.  

¿A quien quiero engañar?... Los seres tan despreciables como yo, solo pueden fingir sentir odio, al final, somos demasiado débiles, y aunque me acabes de pasar por el lado, abrazada a un sujeto infinitalmente mejor que yo, sigo deseándote lo mejor aunque se me mezcle el dolor y la arrechera con la frustración y la fiebre y la borrachera con el dolor de muelas. 

Confieso haber caminado por estas calles más drogado que borracho. Buscando la Luna, Buscando Mariposas, con la sonrisa de mi vieja en la mente, porque sigo siendo un egoísta de mierda que siente envidia al ver a la gente sonreír. 

Porque cuando Alicia te llamaba estando a punto de morir decidiste no hacer un coño de la madre aunque te dije que ni siquiera me reconocía. 

Porque este mes es una gran putada, que tiene números que me cogen como les da la gana y me tiran todo el semen en la cara -referencia para las dos-, que a un paso de una me encontré a la otra y ambas me miraban con odio. Recordándome el pésimo esposo que soy, el pésimo novio que soy. El gran Dionisio, el Fracasado, la Mentira Ambulante. Porque trato de odiar cada letra que escribo pero las subo a Facebook para que las lean porque soy más hipócrita, más mierda que la gente que me cabrea. 

Otro cálido trago de ron besándome los labios, más dulce que Yelimar, mi próximo fracaso.  3, 13, 16, 27, 28, 29. 3, 13, 16, 27, 28, 29.   3, 13, 16, 27, 28, 29.   3, 13, 16, 27, 28, 29.   3, 13, 16, 27, 28, 29.   Trato de odiar este mes, pero solo logro odiarme a mi mismo. 

Al menos le arruiné la sonrisa a ambas. Les dejé el ingrato sabor de verme. ¿Qué hago aquí? mirar a los borrachos con envidia tratando deseperadamente de acortar mi vida. 4 trabajos, a penas comer, montarme en una moto bien empericado, fumar a las 4:20 esté en el aula, la oficina, la biblioteca o la panadería.  ¿Por qué ya no tengo fantasías? ¿Por qué fallé ante esa vieja ley de escribir borracho y editar sobrio? Porque cada vez que te veo te pareces más a la melancolía y menos a la mujer que amo en mis recuerdos. 

Estoy aquí para verla sonreír. 

Porque a diferencia de mi, Michell, mi hija, sonríe como una niña pequeña cada vez que ve esas odiosas lucesitas parpadear. Porque a diferencia de mi, ella comprendió que hay que inyectarse fantasía a diario para no morir de realidad. 



  

         

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