DIARIO HIPERREALISTA DE UN OBSESIVO FICIONISTA
Ratatouille
Por: Fex López Álvarez
Dedicado a Leydis, Josue, Daniela y especialmente a Michelle
Siempre se trata de caminar. Los senderos suelen bifurcarse, las cuestas en ocasiones son agudas agujas en los zapatos, ocasionalmente, son reales agujas enterrándose en nuestros ojos o simplemente, vidrios enterrándose en las plantas de nuestros pies. Existen caminos con obstáculos infranqueables he incluso, con pasadizos ocultos entre las hojas. Hay caminos rectos y cortos, y los hay con infinitas curvaturas y tribulaciones. No siempre la mejor opción es el camino correcto, y no siempre el camino recto es el camino correcto. Pero la constante es siempre una, y es hermosa, solo se trata de seguir caminado.
Aun así, a pesar de lo hermoso que es caminar, hacerlo, no es fácil. Es complicado de hecho, lanzarse al frente, tanteando el terreno, buscando senderos, es en extremo complicado. En el final de un libro llamado El Miriagono, el protagonista de la historia, obstinado, cansado, y decepcionado, cae en cuenta que lo único que lo mantenía vivo era el deseo de caminar, y cuando ya no puede hacerlo más, decide súbitamente abandonar la vida, alcanzando sin buscarlo, sin comprenderlo siquiera, el Nirvana.
Algunos siguen caminando por miedo, otros por mimetismo, por necesidad por costumbre por cualquier condición humana u extra humana, por algo que esté más allá del bien y del mal. Debemos pugnar porque los caminos nunca terminen, que se extiendan de forma infinita, y a la vez, cada uno tenga tanta flores como piedras filosas, y de cada uno de ellos se desprendan el olor del chocolate, del café, de la putrefacción y del deseo. Que cada camino sea pleno y oscuro, tortuoso y brillante, hermoso y aterrador, como la vida misma, hermosa, pero terrorífica.
Parando ya con el plagio descarado de un libro de un señor alemán bigotudo, me gustaría ahondar un poco en lo de caminar. Realmente se debe hacer, caminar es lo que más importa hacer en la vida, ir dejando huellas, ir levantando polvo. No importa cuan pocas sean las huellas que dejamos, lo que realmente importa es lo profundo de éstas. Por consiguiente, lo mejor es seguir intentando hacer cosas, inventándose proyectos larguísimos, tratando de construir un legado, y lo mejor, es seguir haciéndolo por amor.
Un poeta de cuyo nombre no quiero acordarme, aseguraba que el amor podía salvarnos de la vida -que de pana es mucho más jodida de la muerte-. Y otro poeta, de cuyo nombre de pana no me acuerdo, dijo que el amor era lo único que nos mantenía vivos. Como buen ateo, son muy pocas las cosas en las que creo, pero respecto a ese aforismo o poema, siento tanta devoción como por aquel que inició este diario. Son varias cosas por las que siento amor, y que creo que aún, ya cansado, decepcionado, y obstinado de todo y de todos, me mantienen vivo. Suelo decir, a modo de juego pero con una seriedad y plenitud absoluta, que estoy casado con la literatura, que la cocina es mi amante, que tengo un romance muy viejo con la música, que el teatro es mi novio, y que la cinematografía es mi primer amor, y como todo primer amor, me rompió el culo la muy puta. En cada uno de estos factores encuentro cierta magia que es, abrumadora, más grande que todo lo que me rodea, podría decirse, que siento por estás disciplinas, la misma atracción sexual que sienten los evangélicos por su dios torturado.
Si en algún momento, alguna lectora quiere seducirme, no tendría más que decirme que soy un mago para tenerme desnudo en su cama, lo cual me han dicho, no es una mala experiencia. En realidad, existe cierta magia en ordenar y desordenar letras para crear palabras que adornen un buen libro de ficciones o incluso alguna basura hiperrealista. O convertir no sé, harina en pan -por tratarse de algo tan básico como sublime-. Desdoblarte, olvidar que existes por una hora o dos y ser otra persona sobre las tablas, rasgarle notas a una cuerda tensada, es sin ningún adjetivo en contra; magia. Entonces, sí; soy un mago.
A los 400 y pico de lectores asiduos a este diario, les tengo una mala noticia, hoy decidí ante mí, y por mí, no quejarme de nada, ni criticar nada. Este post está lleno de amor -O al menos eso creía cuando empecé a escribirlo-. y así será porque está dedicado a una de las cosas que más amo, cocinar, que cómo me decía mi madre, es lograr que el amor se pueda comer -aunque ella no tenía ni puta idea de como hacerlo-.
Tengo casi 30 años, por lo cual, es evidente que ya no tendré ni hijos ni familia. Afortunadamente no caeré en eso pues mi vida es demasiado desastrosa para siquiera pensar en criar un hijo, en edificar -de nuevo- un hogar. Creo de hecho, que tener hijos en este mundo, es una terrible irresponsabilidad -suerte que las dos tipas que me atraen no me leen porque las dos, tienen hijas-. Aun así, supongo, que por algún complejo oculto en algún libro de psicología, o por la soledad, o por maricuría plena, he "adoptado" a 5 personas en extremo brillantes que tienen la desgracia de ser llamados por mi, hijos.
Sergio Olleros, que es mejor escritor que yo y a quien le espera un gran futuro. Fernando Herrera, que es más bueno que el pan dulce a las 5 de la tarde. Leidys Sequera, la persona más talentosa que he conocido en mi vida. Michell Bastidas, mi pequeño androide nerd repleto de inteligencia y curiosidad, y mi muy amada Ihara, la pequeña más dulce del mundo. Afortunadamente no solemos pasar mucho tiempo juntos, y poco a poco, tras notar que soy un fraude de mierda, se han ido alejando de toda la basura que yo represento. Cosa que quisiera -confieso- fuere más acelerada pero con la misma elegancia con la que la gente del trabajo se separó de mí.
Fuera de esta innecesaria explicación, -vainas de la hiperrealidad, he estudiado que jode el puto género- Michell, cumplió años hace poco, 15 sí le creemos. Y tras pedirme ella cosas que económicamente me quebrarían, me inventé una celebración sorpresa con la gente con la que hacemos teatro, un grupo de personas muy agradable además, que me han acogido en buen ardid con mis millones de peos y defectos. De inmediato surgió la palabra cocinar, y yo, que apenas recuperé mis filipinas gracias a Leidys, y que con suerte cocino cada dos o tres días, y que además, lo que cocino es arroz, me emocioné de más y me guindé una de éstas al hombro, dispuesto a hacer de aquel almuerzo -desayuno y cena para mí- algo extraordinario.
Hay cierto poder en las canas que aun no logro descifrar y que en este momento me hace pensar de forma constante -cosa que me gusta-. Cuando llegué a la reunión -mierda porqué la gente grita tanto en un hijo de puta infocentro o cuando habla por un maldito teléfono, mierda pero la gente de este país de mierda si es ordinaria carajo, y lo arrecho es que todos se creen malditamente importantes y no tienen la puta capacidad de argumentar una puta oración coherente-, en extremo retrasado, Daniela Mendoza ya estaba cortando algo, creo que plátanos. Tenía suelto su hermoso cabello y su mirada, siempre dulce, muy fija entre los espejos de la nada -perdón por el estilo ficcionista pero cuando escribes acerca de alguien construida de fantasías, solo puedes hacerlo en un estilo narrativo similar a ese, buscando que cada letra sea tan mágica y bella como ella misma lo es-. Parecía, ahora que la recuerdo distante y entre el humo de una proveniente de una olla, una muñequita de esas que venden en los mercados artesanales de los pueblos costeros. Alta, delgada, morena, con una braga diminuta muy ceñida al cuerpo, perfecta. Con un cuchillo sin afilar en la mano derecha y una canción en los labios, la fantasía de cualquier artista, de cualquier enamorado de la vida. Supongo que por eso no me fijé en Daniela, a diferencia de tod@s los demás en el grupo de teatro, porque es de esas personas que dan ganas de vivir y ya yo estoy muy viejo y cansado para tener ganas de eso. Además, con las canas te viene el conocimiento de que hay mujeres muy sublimes para estar con mierdas como uno, tipas que están tan lejos de ti, que es mejor ni voltear a mirarlas cuando te pasan por el costado.
Aun no entiendo porqué ella me obedeció en cuanto me coloqué la filipina. Porqué aguantó mis gritos, mis manías. Aún no entiendo como poco después se nos unió Josue, y lo puse a hacer un ratatouille en rondeles, con un delicado patrón de colores, y él lo lo logro efectuar con esa pasión y amor propias de aquel que es cocinero. Ver a Dann -cómo le suelo decir- aprendiendo a saltear con el gesto alegre de una niña pequeña, a Josue, sufriendo como si le estuviera arrancando las uñas al momento del emplatado, todo esto aderezado de muchos gritos y empujones de tiempo de mi parte, dan ganas de admirar a esos dos pequeños que me demostraron que el amor, es el motivo más bello para seguir viviendo, o mejor escrito, que el amor nos mantiene vivos.
La cocina tiene siempre la satisfacción de ver a la gente sonreír por lo que preparaste, de que te digan que estaba bueno, muy bueno a veces, y que, por hipocresía o por hambre, o porque realmente estaba bueno, repiten el plato y te siguen hablando de él, incluso por días. esa es la única y real satisfacción de un cocinero. Luego vino lo de revelarle a Michelle, que todo aquello, era por su cumpleaños, para recordarle lo maravillosa y especial que es. -Fin de la historia-.
Pero todo esto es una mentira...
La verdad es que ninguno de esos muchachos me soporta, a lo mucho me toleran y porque por desgracia, deben actuar conmigo o no actuar, deben estudiar conmigo, o no estudiar, porque esta ciudad es tan miserable, que un ser tan despreciable y plano como yo, es uno de sus cerebros más brillantes. De mis hijos, supongo que me han de tener lastima y odio al mismo tiempo, me han de ver como todo lo que no se debe hacer en la vida y al menos eso es bueno, al menos eso les enseño, y espero que logren definitivamente librarse de mi, pero sin formas elegantes, que un día se obstinen y me manden a la mierda.
Es Mentira que la comida estaba buena. Aseguro que si un cocinero de verdad la prueba -no un corta cebollas como yo (cosa que siempre me recuerda José Albizú)- hubiera vomitado de asco. Sobre Daniela y Josue, son ellos los que más angustia me dan en todo este juego. Me impresiona como aguantaron tanta mierda de un anciano con pinta de piedrero, al que apenas conocen, quizá por la ilusión infantil de cocinar usando técnicas culinarias.
Al menos le enseñé algo nuevo tanto a Josue como a Dann, quien en la obra de teatro que encarnamos no solo debe fingir la ya repulsiva labor de sentir amor y coquetear con alguien que le dobla la edad, sino que además, ese coño soy yo. Verga es que esa pana debe llegar con nauseas a la casa luego de cada ensayo, de cada clase, de cada conversación conmigo.
Y en la cumbre de todo, como un gran dedo miedo apuntándome,está Michelle. A quien no solo le escoñeté una relación muy bella que tenía acostandome con la misma tipa con la que ella lo hacía, aun sabiendo lo mal que estaba aquello, no solo le he tomado de la mano para ponerla en los turbios puentes de las 4:20 y los pajaritos blancos, sino más bien porque me había dicho con mucha antelación que odiaba las sorpresas. Aun así lo hice, lo edifiqué y lo planeé y de vaina falto, en parte para que ella pudiera reunirse con su ex, no se si para limpiarme la conciencia o porque legal me gustaba verlas juntas, y también, porque sabía muy bien que iba a estar tan borracho y tan drogado, que me iba a ser difícil mantenerme en pie. Sin embargo, me aproveché de todo aquello para poder jugar al papá.
Les he narrado la historia de este modo para que ustedes la leyeran hasta el final. Yo me he burlado de personas que me abrieron sus brazos y que creyeron que podría enseñarles algo. Yo soy aquel con forma de espada. Ahora desprecienme, porque hay que inyectarse fantasía a diario para no morir de realidad.
Parando ya con el plagio descarado de un libro de un señor alemán bigotudo, me gustaría ahondar un poco en lo de caminar. Realmente se debe hacer, caminar es lo que más importa hacer en la vida, ir dejando huellas, ir levantando polvo. No importa cuan pocas sean las huellas que dejamos, lo que realmente importa es lo profundo de éstas. Por consiguiente, lo mejor es seguir intentando hacer cosas, inventándose proyectos larguísimos, tratando de construir un legado, y lo mejor, es seguir haciéndolo por amor.
Un poeta de cuyo nombre no quiero acordarme, aseguraba que el amor podía salvarnos de la vida -que de pana es mucho más jodida de la muerte-. Y otro poeta, de cuyo nombre de pana no me acuerdo, dijo que el amor era lo único que nos mantenía vivos. Como buen ateo, son muy pocas las cosas en las que creo, pero respecto a ese aforismo o poema, siento tanta devoción como por aquel que inició este diario. Son varias cosas por las que siento amor, y que creo que aún, ya cansado, decepcionado, y obstinado de todo y de todos, me mantienen vivo. Suelo decir, a modo de juego pero con una seriedad y plenitud absoluta, que estoy casado con la literatura, que la cocina es mi amante, que tengo un romance muy viejo con la música, que el teatro es mi novio, y que la cinematografía es mi primer amor, y como todo primer amor, me rompió el culo la muy puta. En cada uno de estos factores encuentro cierta magia que es, abrumadora, más grande que todo lo que me rodea, podría decirse, que siento por estás disciplinas, la misma atracción sexual que sienten los evangélicos por su dios torturado.
Si en algún momento, alguna lectora quiere seducirme, no tendría más que decirme que soy un mago para tenerme desnudo en su cama, lo cual me han dicho, no es una mala experiencia. En realidad, existe cierta magia en ordenar y desordenar letras para crear palabras que adornen un buen libro de ficciones o incluso alguna basura hiperrealista. O convertir no sé, harina en pan -por tratarse de algo tan básico como sublime-. Desdoblarte, olvidar que existes por una hora o dos y ser otra persona sobre las tablas, rasgarle notas a una cuerda tensada, es sin ningún adjetivo en contra; magia. Entonces, sí; soy un mago.
A los 400 y pico de lectores asiduos a este diario, les tengo una mala noticia, hoy decidí ante mí, y por mí, no quejarme de nada, ni criticar nada. Este post está lleno de amor -O al menos eso creía cuando empecé a escribirlo-. y así será porque está dedicado a una de las cosas que más amo, cocinar, que cómo me decía mi madre, es lograr que el amor se pueda comer -aunque ella no tenía ni puta idea de como hacerlo-.
Tengo casi 30 años, por lo cual, es evidente que ya no tendré ni hijos ni familia. Afortunadamente no caeré en eso pues mi vida es demasiado desastrosa para siquiera pensar en criar un hijo, en edificar -de nuevo- un hogar. Creo de hecho, que tener hijos en este mundo, es una terrible irresponsabilidad -suerte que las dos tipas que me atraen no me leen porque las dos, tienen hijas-. Aun así, supongo, que por algún complejo oculto en algún libro de psicología, o por la soledad, o por maricuría plena, he "adoptado" a 5 personas en extremo brillantes que tienen la desgracia de ser llamados por mi, hijos.
Sergio Olleros, que es mejor escritor que yo y a quien le espera un gran futuro. Fernando Herrera, que es más bueno que el pan dulce a las 5 de la tarde. Leidys Sequera, la persona más talentosa que he conocido en mi vida. Michell Bastidas, mi pequeño androide nerd repleto de inteligencia y curiosidad, y mi muy amada Ihara, la pequeña más dulce del mundo. Afortunadamente no solemos pasar mucho tiempo juntos, y poco a poco, tras notar que soy un fraude de mierda, se han ido alejando de toda la basura que yo represento. Cosa que quisiera -confieso- fuere más acelerada pero con la misma elegancia con la que la gente del trabajo se separó de mí.
Fuera de esta innecesaria explicación, -vainas de la hiperrealidad, he estudiado que jode el puto género- Michell, cumplió años hace poco, 15 sí le creemos. Y tras pedirme ella cosas que económicamente me quebrarían, me inventé una celebración sorpresa con la gente con la que hacemos teatro, un grupo de personas muy agradable además, que me han acogido en buen ardid con mis millones de peos y defectos. De inmediato surgió la palabra cocinar, y yo, que apenas recuperé mis filipinas gracias a Leidys, y que con suerte cocino cada dos o tres días, y que además, lo que cocino es arroz, me emocioné de más y me guindé una de éstas al hombro, dispuesto a hacer de aquel almuerzo -desayuno y cena para mí- algo extraordinario.
Hay cierto poder en las canas que aun no logro descifrar y que en este momento me hace pensar de forma constante -cosa que me gusta-. Cuando llegué a la reunión -mierda porqué la gente grita tanto en un hijo de puta infocentro o cuando habla por un maldito teléfono, mierda pero la gente de este país de mierda si es ordinaria carajo, y lo arrecho es que todos se creen malditamente importantes y no tienen la puta capacidad de argumentar una puta oración coherente-, en extremo retrasado, Daniela Mendoza ya estaba cortando algo, creo que plátanos. Tenía suelto su hermoso cabello y su mirada, siempre dulce, muy fija entre los espejos de la nada -perdón por el estilo ficcionista pero cuando escribes acerca de alguien construida de fantasías, solo puedes hacerlo en un estilo narrativo similar a ese, buscando que cada letra sea tan mágica y bella como ella misma lo es-. Parecía, ahora que la recuerdo distante y entre el humo de una proveniente de una olla, una muñequita de esas que venden en los mercados artesanales de los pueblos costeros. Alta, delgada, morena, con una braga diminuta muy ceñida al cuerpo, perfecta. Con un cuchillo sin afilar en la mano derecha y una canción en los labios, la fantasía de cualquier artista, de cualquier enamorado de la vida. Supongo que por eso no me fijé en Daniela, a diferencia de tod@s los demás en el grupo de teatro, porque es de esas personas que dan ganas de vivir y ya yo estoy muy viejo y cansado para tener ganas de eso. Además, con las canas te viene el conocimiento de que hay mujeres muy sublimes para estar con mierdas como uno, tipas que están tan lejos de ti, que es mejor ni voltear a mirarlas cuando te pasan por el costado.
Aun no entiendo porqué ella me obedeció en cuanto me coloqué la filipina. Porqué aguantó mis gritos, mis manías. Aún no entiendo como poco después se nos unió Josue, y lo puse a hacer un ratatouille en rondeles, con un delicado patrón de colores, y él lo lo logro efectuar con esa pasión y amor propias de aquel que es cocinero. Ver a Dann -cómo le suelo decir- aprendiendo a saltear con el gesto alegre de una niña pequeña, a Josue, sufriendo como si le estuviera arrancando las uñas al momento del emplatado, todo esto aderezado de muchos gritos y empujones de tiempo de mi parte, dan ganas de admirar a esos dos pequeños que me demostraron que el amor, es el motivo más bello para seguir viviendo, o mejor escrito, que el amor nos mantiene vivos.
La cocina tiene siempre la satisfacción de ver a la gente sonreír por lo que preparaste, de que te digan que estaba bueno, muy bueno a veces, y que, por hipocresía o por hambre, o porque realmente estaba bueno, repiten el plato y te siguen hablando de él, incluso por días. esa es la única y real satisfacción de un cocinero. Luego vino lo de revelarle a Michelle, que todo aquello, era por su cumpleaños, para recordarle lo maravillosa y especial que es. -Fin de la historia-.
Pero todo esto es una mentira...
La verdad es que ninguno de esos muchachos me soporta, a lo mucho me toleran y porque por desgracia, deben actuar conmigo o no actuar, deben estudiar conmigo, o no estudiar, porque esta ciudad es tan miserable, que un ser tan despreciable y plano como yo, es uno de sus cerebros más brillantes. De mis hijos, supongo que me han de tener lastima y odio al mismo tiempo, me han de ver como todo lo que no se debe hacer en la vida y al menos eso es bueno, al menos eso les enseño, y espero que logren definitivamente librarse de mi, pero sin formas elegantes, que un día se obstinen y me manden a la mierda.
Es Mentira que la comida estaba buena. Aseguro que si un cocinero de verdad la prueba -no un corta cebollas como yo (cosa que siempre me recuerda José Albizú)- hubiera vomitado de asco. Sobre Daniela y Josue, son ellos los que más angustia me dan en todo este juego. Me impresiona como aguantaron tanta mierda de un anciano con pinta de piedrero, al que apenas conocen, quizá por la ilusión infantil de cocinar usando técnicas culinarias.
Al menos le enseñé algo nuevo tanto a Josue como a Dann, quien en la obra de teatro que encarnamos no solo debe fingir la ya repulsiva labor de sentir amor y coquetear con alguien que le dobla la edad, sino que además, ese coño soy yo. Verga es que esa pana debe llegar con nauseas a la casa luego de cada ensayo, de cada clase, de cada conversación conmigo.
Y en la cumbre de todo, como un gran dedo miedo apuntándome,está Michelle. A quien no solo le escoñeté una relación muy bella que tenía acostandome con la misma tipa con la que ella lo hacía, aun sabiendo lo mal que estaba aquello, no solo le he tomado de la mano para ponerla en los turbios puentes de las 4:20 y los pajaritos blancos, sino más bien porque me había dicho con mucha antelación que odiaba las sorpresas. Aun así lo hice, lo edifiqué y lo planeé y de vaina falto, en parte para que ella pudiera reunirse con su ex, no se si para limpiarme la conciencia o porque legal me gustaba verlas juntas, y también, porque sabía muy bien que iba a estar tan borracho y tan drogado, que me iba a ser difícil mantenerme en pie. Sin embargo, me aproveché de todo aquello para poder jugar al papá.
Les he narrado la historia de este modo para que ustedes la leyeran hasta el final. Yo me he burlado de personas que me abrieron sus brazos y que creyeron que podría enseñarles algo. Yo soy aquel con forma de espada. Ahora desprecienme, porque hay que inyectarse fantasía a diario para no morir de realidad.
¡Verga, compadre! “Cuestiones homéricas”. Ta´ buena la vaina. Si es así como escribes lo que cocinas… ¡coño! me gustaría probar lo que cocinas. En particular me llama mucho la atención el nombre del blog, ya que le viene muy bien a tu existencia inventiva Rimbaudiana y Poeniana, y a tus asuntos filosóficos de mente volátil contra el acrecentado y solapado sistema, ya que las obras de Homero está en su totalidad inspirada por un pensamiento 'filosófico' relativo a la naturaleza humana y a las leyes eternas del curso del mundo. Y ahora -con tus entradas al blog-, está aceptando que un escritor sea capaz de desentrañar las verdades más ocultas que encierra la vida humana, inmersa dentro del universo existencialista. Tus entradas son un buen ejercicio literario con gran precisión -me atrevo a decir hasta matemático-; coincido con tus verdades absolutas en tus menciones sobre los caminos y las acciones de quien los recorre. Refuto el asunto del amor y tus deidades, jejeje. Pero las respeto, el arte puede apasionarnos a tal magnitud, pero no eres romántico (de pensamiento) y tienes que satisfacer esos orgasmos –tenemos necesidades fisicas-, en este asunto, no sé porque te asocio con el diacono William Brodie, jejejeje (en persona discutiremos el resto). Tienes un buen grupo de muchachos (talentosos), llegue a conocerlos en la FILVEN Cojedes, síguelos puliendo, preparándolos para la gesta literaria en tu estado llanero. Sé que eres un buen maestro, que no te sigan, ni les sigas, solo indícales el camino, más adelante apreciaran la transfiguración literaria que les heredaste y los que no lo hagan, tendrán en su conciencia que fuiste su escuela. Espero tu próxima entrada en el blog, atento estaré de leerte. Un abrazo, hermano. Te enviara mi bendición de parte de mi Dios, pero eres ateo. Jejeje. ¡Salud, desde el suburbio valenciano!
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