DIARIO HIPERREALISTA DE UN OBSESIVO FICCIONISTA
Alicia
Por Fex López Álvarez
Hoy no voy a iniciar con metáforas. No recurriré a los espejos ni trataré de confundir a alguien vendiéndole humo para luego clavarle un golpe en la cara con una manopla hecha de realidad. Esta Noche todo se trata de ser real, de jurar otra vez, de intentar seguir, no porque quiera, sino porque debo hacerlo, porque atrás están Laura, Waika, Jesús, Daniela, Josue, Daniel, Nel, Nix, Miri, Paola, el pequeño L, Barbara, Jorge, la brillante Franly, Gaby, Eloy, incluso Dulce, y Danyelí -si me falta uno recuerden que soy un anciano-, porque atrás están Ihara, Sergio, Fernando, y especialmente Leidys y Michell. Todos empujándome. Porque se que de alguna forma, tu recuerdo me ayuda a levantarme cada madrugada, y el olor de tu ropa, la que uso como almohada, me guía en los pocos sueños que recuerdo.
Voy...
Es difícil escribir sobre para ti una vez más. Me lo había prohibido porque el solo hecho de recordarte hace que me broten las lagrimas. Siempre me preguntabas, "¿Qué vas a hacer cuando muera? supongo que lo que más puedo hacer es sentir como se me quiebra la voz cuando habló de ti, de lo genial que eras, de lo maravillosas que fuiste.
Ha sido un año jodido no te voy a mentir... técnicamente... perdí todas tus cosas... Un par de mañanas saquearon ese lugar horrible donde vivíamos, ese agujero de mierda que aceleró tu muerte. No tengo idea de cuantas veces me he mudado este año a raíz de eso y de tí, solo conservo tres fotografías, una blusa, y una bufanda.
Se que eso no es lo que importa, que tengo la cabeza llena de recuerdos hermosos de ti, jugando conmigo, enseñándome a leer, contándome historias de tu vida, de tus hijos, de tu marido. Tengo miles de recuerdos de ti bailando y riendo, cantando cualquier canción, especialmente si eran de los Beatles. Porque te recuerdo recitando poesía de izquierdas, porque en todos mis recuerdos, incluso cuando estabas muriendo en una cama de hospital público venezolano, mientras dos médicos cogían al lado, estás sonriendo.
La vida de por si era horrible Alicia, pero sin ti, es aterradora, confieso tener tanto miedo a llegar a tu edad y morir como tu... sin siquiera recordar el rostro de tu último hijo. Afortunadamente estoy seguro de que moriré sin hijos y mucho más joven.
Se que te fuiste durmiendo, que no sufriste, pero igual eso no me permite no sentir una arrechera incontrolable, una impotencia abrumadora. Se que me evito escribir sobre ti porque es imposible parar de llorar.
Me enseñaste que ofrecer disculpas no sirve de nada, por eso solo admito toda mi culpa al reconocer que tu partida fue en gran parte mi culpa. Porque trabajaba todo el día, porque creía que podía ser cocinero y me gasté todo en esa verga sin tener la capacidad de admitir, que soy una mierda cocinando, una mierda en todo, porque aunque te tuve de madre, y me guiaste como un faro, yo elegí ser un fracasado, un inútil, una mentira. Me enseñaste a ser abierto y gregario, yo terminé siendo un egoísta de mierda que estaba en Caracas mientras tu partías.
Me niego a recordarte pesando 30 kilos, llamando desesperada a Milagro tal vez para encargale que me cuidara, o tal vez porque preferías que ella te cuidará y no yo. Prefiero recordar a la rubia de lindas palabras, de risa rápida, de gran amabilidad, de desprendimiento total. Me niego a pensarte hecha una estrella, no porque no se el lugar que te mereces, sino porque desearía estar recostado sobre tus piernas al menos cinco minutos más... es todo lo que pido mami, solo cinco minutos para verte, para oírte...
No entiendo como aguantaste esa pila de años. No se como aguantaste la muerte de tus padres, de tus hijos, de tu esposo, eras jodidamente fuerte a pesar de medir poco más de un metro y cincuenta centímetros. Yo soy mucho más débil que tu vieja, aunque también soy tan enano como mis capacidades.
Se que te prometí que tendrías una hija, que no me afeitaría la barba, que sería más cuidadoso con mis trabajos, que nunca dejaría de intentar hacer grandes cosas, solo he intentado hacer grandes cosas y a diferencia de ti que siempre lograste pequeñas o grandes cosillas, yo soy un fracasado.
Hay poco que pueda decirte porque todo te lo dije en vida, siempre te decía cuanto te amaba, y aunque a veces no pareciera, realmente lo hacía. Disfrutaba tanto oírte cantar, disfrutaba tanto de tus abrazos, de como me llevabas café con leche, pan con queso, de como intentabas cocinar para mí que siempre comí como un pájaro. Disfrutaba dormir cuando me contabas cuentos.
Lamento no prestar más atención cuando hablabas sola porque ya no tenías con quien conversar y yo solo te decía que dejaras de hacer eso. Lamento haber fallado tantas veces, lamento haberte gritado, lamento haberte insultado y maltratado. Fui una mierda de hijo, aunque te tuve a ti de madre.
Sacando cuentas, las únicas cosas rescatables en mi, en el desastre que soy, son edificaciones tuyas. Si medio aprendí a escribir, a actuar fue porque tu lo lograste, porque tu me construiste así. Porque eras la única persona en el mundo que se sentía orgullosa de cada bobería que yo hacía, ya fuera jugar fútbol, o ser músico, o intentar hacer algo como me decías que hiera siempre, tal vez, porque fuiste la única persona que creyó en mí.
Hoy hace ya un año de tu partida Alicia. Cuando me enteré, una mariposa se me posó en el hombro izquierdo, y se mantuvo conmigo hasta la noche... mariposa, Kalantunaii... así te decía el viejo, y era tu animal favorito. un par de días luego cuando todo se hizo ridículamente complicado y me dí cuenta de que para cremar tu cuerpo necesitaba ser millonetas y la burocracia juega hasta en la muerte, otra mariposa se posó sobre mí.
Dejame contarte algo que ya tu debes saber Alicia, el 16 de noviembre, con todas las fechas mezcladas, se me antojó saltar del techo de mi trabajo, adivina que me distrajo tanto tiempo como para que no lo hiciera y dos muchachas subieran y me sacaran de allí... una mariposa sobre mi hombro izquierdo.
Me gusta creer que eres todas las mariposas del mundo. Se que es tan absurdo como escribirte esto como si estuviera teniendo una conversación contigo, pero igualmente me gusta creerlo, me gusta pensar que allí donde hay una de ellas aleteando, eres tu diciéndome cualquier cosa, que siga allí, que lo intente, no sé cantanonme o riendote de algo, solo me gusta creer que todas y cada una de las mariposas que ahora vuelan a mi alrededor, eres tu mami...
Esta mañana me levanté con mucho mejor animo del que pensé afrontaría el día -supongo que estaba guardando todas las lagrimas y la tristeza para cuando escribiera esto-. No negaré, que me pude a buscar mariposas en todos lado, pero no encontré ninguna.
Me invente un millón de excusas climáticas y geográficas, como si supiera algo de eso, y al final, la dinámica del día me hizo olvidar la búsqueda. Cuando llegué al lugar donde duermo, a penas al alzar la vista, vi una mariposa en el techo, estática, hermosa, perfecta. Se que no eres tu, que no hay nada sobrenatural, que todo es una casualidad, pero no me importa, elijo creer que eras tu dándome a tu modo unos minutos juntos, porque aunque ya no pueda hablar contigo, ni jugar como cuando era niño, siento que así, como una mariposa, al menos pasamos tiempo juntos. Es una estupidez, lo sé, pero hay que inyectarse fantasía a diario, para no morir de realidad.
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