No Solo se Trata de Caminar
AntiPoética (Parte I)
Sobre La Poesía y la Poesía Oscura
Por: Fex López Álvarez
La poesía es catalogada -especialmente por los poetas- como la más sublime de las artes. Sus orígenes se remontan a los albores mismos de la humanidad, a la voz dormida y siempre presente entre los hombres. Ciertamente se refiere en cada tiempo a lo más bello, lo más estético de la sociedad en sí, de la naturaleza misma del todo. Es probablemente una de las pocas formas de arte en las que se centra el Ser y el espíritu en relación con aquello que le conmueve.
Poco se puede decir de la poesía que no sea hermoso y sublime, que no sea por así decirlo, perteneciente a la escala de la belleza. Podríamos afirmar incluso, que la poesía delimita esa escala. Que el cine, la cocina, la pintura, son otras formas de escribir un poema, incluso de hacerla viva, en constante movimiento. Después de todo, incluso podrás escuchar a un comentarista deportivo, decir que una u otra hazaña, es un poema.
Ahora, ¿quien determina lo bello? Podemos encontrar belleza abrumadora sí en la montañas, sí en la uvas, sí en las noches estrelladas, sí en el nombre de una amante muerta tiempo atrás, transformada y convertida en otro personaje. Sin embargo ¿qué ocurre con aquello que los poetas no consideran hermoso?
¿Acaso la belleza de un amanecer es distinta a ser acosado por un fantasma terrible resultante de tus propias acciones? ¿Acaso el amor o la ausencia de este puede producir mejores argumentos que una orgía perpetua? Existe tanta poesía en el bamboleo del mar como en el incendio sobre el tejado. Todo depende de quien cante, del poeta.
Justamente, son los poetas los que de manera autoritaria han definido lo que es bello y lo que no. Han decidido desde una torre de marfil qué es poesía y qué no lo es. Adicionalmente han establecido un lenguaje casi ridículo, lleno de elitismo para escribir un poema. Se han desarrollado infinidad de técnicas -algunas se contradicen entre sí- para establecer lo que es correcto y lo que no. Se arrojan a universos paralelos donde solo existe la perfección de un tema tratado infinitas veces de la misma manera. La poesía no ha muerto, ha sido asesinada por los poetas.
Pero desde su tumba en el reino junto al mar, la poesía sigue observando, eterna, mística, mágica, sensual. Cargada de dolor, de odio y de celos, tanto, tanto, como de amor, alegría y cariño. Su oscuridad también suele abrumarnos, llenándonos de esa belleza oculta tras la niebla. La poesía oscura surge de entre la bruma legada por el miedo y los graznidos de cuervo para enseñarnos esa belleza tan propia de la noche.
La poesía es la defensa de los sentimientos, de los anatemas, de los zigurats de la corte del sátrapa. Desde las sombras se puede levantar un poema que busque esos hechizos tan llenos de belleza como el sol mismo. El brillo en sí es un poema, no importa de donde venga, no importa lo que genere. Si se lograr aterrar, asquear, causar pena en un lector, he allí un poema. Si se logra transmitir ese antiguo sentimiento, ese antiguo miedo, ese antiguo placer por la tristeza y la melancolía, hay poesía.
La noche es tan bella como el día, y los horrores que habitan en ella, no distan mucho de los faunos, de Asterion encadenado y corriendo por las galerías de su hogar, cárcel y tumba. No hay diferencia alguna entre el paso cojo del alcohólico neurótico acosado por los fantasmas de sus creaciones y el sátiro que viola y asesina a Eurídice, dando origen, a la poesía misma.
Pero la oscuridad misma trasnocha el lenguaje y se hace aun más elitista que la poseía surgida fuera de las sombras. Rechaza todo aquello que no se encuentre entre las garras y los colmillos.Es allí donde comienza otro laberinto. Lejos muy lejos de la engalanada noche cubierta de estrellas y repleta de sonrisas siniestras. Lejos muy lejos, de la naturaleza inmóvil y del dulce cantar de las ninfas de suaves senos. Es allí donde los senderos se hacen más complejos y el cadáver de la poesía, dulce en su tumba en el reino junto al mar, deja de mirarte con sedición y coquetería, para mirarte con odio.
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