Diario Hiperrealista de un Obsesivo Ficionista
La Palabra oculta tras el humo
Por Fex López Álvarez
Dedicado a mis alumnos y a Valentina Kross por la fotográfia y los besos a esa mariposa de tinta.
Los libros se convirtieron entonces en puntes abstactos entre los autores y los lectores. En universos fantasiosos donde la mentira es una regla fundamental para tocar la esperanza.
Iniciaría así sí esto fuera un cuento o un ensayo semi poético sobre la literatura, incluso como una de esas novelas juveniles de aventuras que me gustaba leer de chamo. Algo tipo Salgari o Stevenson o mi favorito entre todos en ese tiempo, Verne. Tal vez podría escribir ese cuento para niños que Aldri me pidió hace tanto tiempo y que cuando culminó, era un pesado relato en dos idiomas sobre el inicio de las lluvias.
Pero no será eso, no vendrán piratas honrados enamorados de damas hidalgas, ni me pondré a buscar en globos terráqueos coordenadas que suenen a lugares lejanos y extraviados en el Pacífico Sur o en el medio del Atlántico. No existirá magia en este relato sino más bien, el intento de extender mi dario hiperrealista.
Ser hipócrita es parte del oficio de ser escritor, casi tanto como el alcoholismo o el desprecio a sí mismo. Hay que besar muchos culos y darle la mano a mucha gente insoportable que se cree gran vaina porque los amigos de las imprentas e editoriales -y en algunos casos los amantes- le publicaban cualquier cosa que ellos quisieran.
Digo esto porque siempre creí que que para llevar un diario tenías que vivir vainas emocionantes cada día y además, tener cierto tono poético, y mi vida ha sido una constante de aburrimiento y simpleza, y Calíope no me ha besado en los labios -y cómo está de buena esa mujer o al menos eso parece en sus estatuas-.
Aún así, me tiro ésta del escritor hipócrita y continuo mi día a día, solo que en lugar de saludar a una jefa mediocre y altanera y a una viceministra cultural incapaz de definir la palabra cultura, me lanzo de lleno, gracias a Sergio Olleros, en este temario hiperrealista. Género que me pudre y que no entiendo, pero que noto cada vez, más presente en la narrativa latinoamericana.

Cuando vives en una biblioteca, legal, no tienes de otra que leer y escribir libros para evitar volverte loco. El asunto es que mientras más lees, o al menos eso me pasa a mí, menos te gusta el hiperrealismo. Hay cierta belleza en la literatura clásica, la antigua, y especialmente en la latinoamericana de mitad de siglo XX en adelante que es adictiva y psicoactiva, que causa cierto estallido en el cerebro y provoca orgasmos intelectuales similares a los causados por la sativa. Puedo jurar, que si te pones a leer al Gabo a las 4:20 ves incluso ves volar las mariposas - ¿a cuantas de mis mujeres les he dicho mariposita?-.

En este país portátil hay un género propio de narrativa que soy incapaz de comprender tal vez porque nada tiene que ver con lo mágico. Aquí hay que escribir sobre las masturbaciones de un taxista o los pies olorosos a caraotas de un moribundo para que te soben el ego diciendote prodigio, genio, o maestro. Y Ganes así cuentos fantásticos nacionales y !mosca! uno que otro concurso panfletario.
Estamos llenos de escritores arrechisimos que saben de todo, a los que solo accedes cuando te aceptan, por placer o por hipocresía en su torre de marfil. Son estos auténticos sacerdotes que no aceptan nada que escape de los cánones que ellos mismos escribieron, y las reglas son de ellos, y la estética es de ellos, y solo ellos son escritores.

Me he dado cuenta que la gente en el mundo de las artes, especialmente en el de la literatura, es idiota y pajua. Todos se ven como competencia aunque se dicen afectuosamente "poeta" y se palmean la espalda. Es una constate que observas en teatro, en música, en plástica, en cine.
En mi cabeza, la literatura y todas las artes, deberían ser un esfuerzo mancomunado, por lograr grandes cosas, cosas realmente grandes, que vayan mucho más allá de nosotros mismos, de nuestro nombre, de nuestra presencia efímera e innencesaria sobre esta tierra.
No creo en esa figura del artista solitario e independiente, al igual que niego rotundamente toda orden dictada a un artista. Creo en cambio, en el artista que abraza y aplaude cualquier esfuerzo de otro como él por desarrollar, por innonovar, por crear, ya sea en su propia parcela creativa, o en una que solo vemos de lejos. El arte es demasiado hermosa, para mezclarla con nuestros mezquinos intereses.
Es muy difícil aceptar que existimos, y más difícil aún es saber qué hacer cuando entendemos eso. Y como si esto fuere poco, luego de aceptar que existimos y entender que debemos hacer algo, hay al menos que intentar que lo que elegimos hacer, sirva de escalón o de ladrillo, o de grano de arena para la mezcla, y así la humanidad siga ascendiendo a un lugar mejor que toda la mierda que tenemos desde hace tantos milenios. Al final, toca inyectarse fantasía a diario para evitar morir de realidad.
Amo esta versión completa y aunque enfatices tu aversión disfruto tu punto de vista hiperrealista.
ResponderEliminarAtt. Maria Luisa Lee.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarJajaajajajajajajjaja
EliminarCuanta sensatez en esas palabras; la literatura, como todas las artes debería ser libre. Muy bueno.
ResponderEliminarAtt: Daniel C. Hidalgo.